miércoles, 14 de abril de 2010

Una hora y media no más

Habíamos perdido todo de un segundo a otro. Todos los bolsos y nuestras cosas se quedaron atrás, incluso la ensalada con empanas que estábamos esperando que cocinaran y que tanto ansiabamos comer. Sé que algunos estaban tomados, y que había música fuerte. En verdad no estabamos celebrando nada.
Cuando sucedió aquello, lo único que podía pensar era en correr. Me sentía la líder del grupo. Todos estaban desesperados corriendo y tropezando con todo lo que podía haber en el suelo. Yo sentía que lo que estaba haciendo no era exactamente lo más correcto, pero yo quería salvar mi vida, y nadie iba a intentar detenerme.
Cuando miraba atrás no todos lo habían logrado; algunos cayeron en las manos de la autoridad que estaba a cargo de nosotros y otros simplemente se fueron con el agua. Yo corri con mi vida, no me importaba nada más, aun que recuerdo muy bien que pensaba en lo mucho que estábamos esperando esa comida con mi amiga, y en mi peluche de koala que estaría dejando en el olvido con un dolor corriendo atrás mío para desgarrarme el alma. Recordaba el camino que habíamos hecho, y sabía que tendríamos que cruzar un lago con un bote que salía cada tantos minutos. La fila que había en ese entonces parecía ser usual, no todos sabían lo que estaba sucediendo al sur asi que logré hacerme espacio como pude y acortar cabezas hasta que de pronto ya estaba en el bote con algunos amigos. No nos dijimos nada. Fue un momento en que estabamos en trance y las piernas nos tiritaban. Cuando llegamos a la otra orilla, seguí corriendo, y al parecer los otros también porque más adelante me rogaron que los esperara y que nos quedaramos en grupo a pasar la noche. Nunca me gustó trabajar en grupo, muchas veces las ideas difieren y se arman conflictos y otras veces retrasan y atrofian todo el objetivo. Si las personas fueran más fáciles de tratar lo entendería, pero no lo son. Y sus ritmos son muy distintos con el mío, asi que fue inevitable dudar la respuesta hasta que caí en la cuenta de que estabamos bastante lejos de donde había sucedido todo y que sería mejor descansar bajo un techo. La cabaña, no sé cómo nos la conseguimos. Sólo sé que estaba subiendo la escalera de madera y al fondo, ví a un gordo con una niña. Me miraban con la misma cara de sorpresa que yo. La pieza era compartida. Eso me gustó, nos hacía mantener sierto respeto y responsabilidad, un poco más de control entre nosotros. Extrañé mi peluche, pero no le dije a nadie. De pronto ví a una amiga que tenía en sus manos su celular, me acordé que el mio lo andaba trayendo en el bolsillo de la camisa. Trate de llamar a mi mamá. Pero no me contestaba, llamé a mi papá... pude hablar algunas pocas palabras con él, pero luego le corté. Llamé a mi pololo, era con la persona que quería hablar, pero como siempre pasa en esos momentos que más uno quiere, no lo logra. Me sentía en la guerra. Vicente estaba sentado en el piso apoyado en la cama, tampoco decía una palabra. Miré por la ventana unas tantas veces, se lograban ver algunas luces... había un cerro pequeño que nos separaba de la costa, y un poco de selva. No pude dormir esa noche, yo insistí en ir al Este, pero estabamos en el Oeste. "Es que no hay Este" me decían. Mentira, yo lo había visto con mis propios ojos, y estaba a punto en dirijirme en esa direccion, hasta que los días y las noches siguientes llegaron encima y nos confundieron. No sabíamos qué día era. Si había pasado otra catástrofe, si nuestros amigos estaban vivos. Cuando aquel incidente volvió a ocurrir, estabamos bajo otros techo, pero tenía altura. No sé si era el piso 5 u 8. Pero se me hizo eterno bajarlo. Sucedió que como todas las noches no podía alejarme de la ventana, era como una enfermedad, hasta que lo ví. Se me heló el corazon y la garganta, largué el grito de peligro y agarré a mi amiga que esperaba las empanadas conmigo, y salimos primero. Nunca corrimos tan rápido, estabamos agarradas del brazo o de la mano, las escaleras eran espirales infinitos, los saltabamos por escalones y no terminaban. Y de pronto escucho un rugir profundo que no venía de la boca de nosotros, es más, de ningún humano podía venir. Tampoco era de un animal, era más bien la liberación y la furia de la tierra. Fue espantoso, fue como una vacuna cuando el líquido lo sientes que avanza por todo tu cuerpo y no puedes detenerlo. Nosotras seguímos bajando corriendo, nadie nos seguía. Pero era evidente lo que se venía, era evidente que lo que iba a pasarya nos había pasado antes. Y si estuviera hoy en el Este... aseguro que no dormiría.

No hay comentarios: