lunes, 6 de diciembre de 2010

Tractat

Entre estos casos cuenta también el de Harry, el lobo estepario. Como millares de su especie, de la idea de que en todo momento le estaba abierto el camino de la muerte no sólo se hacía una trama fantástica melancólico infantil, sino que de la misma idea se forjaba un consuelo y un sostén. Ciertamente que en él, como en todos los individuos de su clase, toda conmoción, todo dolor, toda mala situación en la vida, despertaba al punto el deseo de sustraerse a ella por medio de la muerte. Pero poco a poco se creó de esta predisposición una filosofía útil para la vida. La familiaridad con la idea de que aquella salida extrema estaba constantemente abierta, le daba fuerza, lo hacía curioso para apurar los dolores y las situaciones desagradables, y cuando le iba muy mal, podía expresar su sentimiento con feroz alegría, con una especie de maligna alegría: "Tengo gran curiosidad por ver cuánto es realmente capaz de aguantar un hombre. En cuanto alcance el límite de lo soportable, no habrá más que abrir la puerta y ya estaré fuera"

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